jueves, 13 de mayo de 2010

Campaña al desierto

La llanura pampeana bonaerense había estado sometida al dominio blanco apenas en una franja estrecha junto al Paraná y el Río de la Plata, por lo menos hasta la década de 1810. Desde entonces, la frontera se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente por las actuales ciudades de Balcarce, Tandil y Las Flores.
En cuanto bajó del gobierno, coordinó la campaña con los Mendoza, de San Luis y de Córdoba para hacer una batida general, que además sería acompañada por otra que realizara el general Manuel Bulnes en Chile. La comandancia general le fue ofrecida a Facundo Quiroga, pero éste no participó en ella. Concentró y adiestró la tropa en su estancia de Los Cerrillos, en Monte, y partieron de allí en marzo de 1833.
La columna oeste, al mando de José Félix Aldao, recorrió un territorio que había sido "limpiado" de indios recientemente, por lo que se limitó a llegar al río Colorado. La del centro venció al cacique ranquel Yanquetruz y regresó rápidamente. La que hizo la mayor parte de la campaña fue la del este, al mando del propio Rosas. Éste se estableció a orillas del río Colorado — cerca de la actual localidad de Pedro Luro — y envió cinco columnas hacia el sur y hacia el oeste, que consiguieron derrotar a los caciques más importantes. A continuación firmó tratados de paz con otros, secundarios hasta entonces, que se convirtieron en útiles aliados. Al año siguiente se sumaría el más importante de ellos, Calfucurá.
Durante los primeros años de su segundo gobierno, la política de Rosas para con los indios alternaría tratados de paz y donaciones con campañas de exterminio. Sólo después de la crisis que comenzó en 1839 la cambió por una política de paz permanente.
La campaña también incorporó científicos que reunieron información sobre la zona recorrida, pero las regiones desérticas quedaron en manos de los indios. Se aseguró la tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia, pero los adelantos de la frontera serían mucho menos espectaculares que los de la campaña de Roca en 1879.
Lo más importante que logró Rosas fue poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el eterno agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue totalmente dominado, los Ranqueles, siguieron siendo la pesadilla de estas provincias.
El precio a pagar por la paz fue sostener a las tribus amigas con entregas anuales de ganado, caballos, harina, tejidos y aguardiente. A partir de este momento, las tribus cazadoras dependieron de las entregas de alimentos, y fueron considerados por los bonaerenses como costosos parásitos del erario público, olvidando que — desde el punto de vista de Rosas — los pagos eran un precio a pagar por el uso de territorios que ellos consideraban suyos.
Más tarde, el propio Rosas dirigiría la redacción de una Gramática de la lengua pampa.
En esta campaña se destacaron algunos oficiales que formarían la siguiente generación de militares porteños: Pedro Ramos, Ángel Pacheco, Domingo Sosa, Hilario Lagos, Mariano Maza, Jerónimo Costa, Pedro Castelli y Vicente González (el Carancho del Monte).

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