jueves, 27 de mayo de 2010

Segundo gobierno

Al estallar un conflicto que se había suscitado entre Salta y Tucumán, Rosas logró que Maza enviara como mediador al general Facundo Quiroga, que residía en Buenos Aires. En el trayecto fue emboscado y asesinado en Barranca Yaco (provincia de Córdoba) por Santos Pérez, un sicario vinculado a los hermanos Reynafé, que gobernaban Córdoba.
Esta muerte provocó la renuncia de Maza; el clima de inestabilidad y violencia obligó a la legislatura a llamar de regreso al gobierno a Rosas, que asumió el 13 de abril de 1835, y a otorgarle la condición que exigió: la "suma del poder público", esto es, la representación y ejercicio de los tres poderes del Estado, sin necesidad de rendir cuenta de su ejercicio. Por otro lado, todo este asunto le dio a Rosas la oportunidad única de no compartir el mando del partido federal, que hasta entonces se había repartido con Quiroga y López. Éste, en tanto que protector de los Reynafé, quedó muy debilitado; y moriría a mediados de 1838. Incluso los caudillos con poder propio cayeron en su órbita, como Juan Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, y José Félix Aldao, de Mendoza.
La suma del poder público se le otorgó con el compromiso de:
Conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana.
Sostener la causa nacional de la Federación.
El ejercicio de la suma del poder público duraría "todo el tiempo que el Gobernador considere necesario".
No disolvió la legislatura ni los tribunales, por lo que era apenas una forma de poner más claro el carácter excepcional que tenía su mandato. La diferencia aparecería después, cuando Rosas hiciera uso de todo ese poder.
Una vez conseguidos estos nuevos poderes, impuso los criterios federales y formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación.
La Sala de Representantes nombró gobernador a Juan Manuel de Rosas por el quinquenio que comprende de 1835 a 1840. Antes de asumir semejante responsabilidad, el Restaurador exigió que se realizara un plebiscito, cuyo resultado fue 9.713 votos a favor y 7 en contra. Cabe destacar que por esos tiempos la provincia de Buenos Aires contaba con 60.000 habitantes, de los cuales no accedían al sufragio las mujeres ni los niños.
No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar. Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular, y deseado, ni más bien sostenido por la opinión. Los unitarios que en nada habían tomado parte, lo recibían al menos con indiferencia, los federales lomos negros, con desdén, pero sin oposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendicion y un termino a las crueles oscilaciones de dos largos años; la campaña, en fin, como el simbolo de su poder y la humillacion de los cajetillas de la CIUDAD. [...]
"[...] Concibese como ha podido suceder que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes, según lo asegura la Gaceta, sólo hubiese tres votos contrarios al gobierno? Seria acaso que los disidentes no votaron? Nada de eso! No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar; los enfermos se levantaron de la cama a ir a dar su asentimiento, temerosos de que sus nombres fueran inscritos en algún negro registro; porque así se había insinuado.
El terror estaba ya en la atmósfera, y aunque el trueno no había estallado aun, todos veían la nube negra y torva que venia cubriendo el cielo." Domingo F. Sarmiento
En este sentido, un retrato vívido de esa época ha sido el legado por la pluma de Esteban Echeverría en El matadero, cuento precursor del realismo rioplatense que transcurre en la provincia de Buenos Aires durante los años 30'. Desde la óptica opositora, Echeverría describió las contiendas entre unitarios y federales, y las figuras del caudillo Juan Manuel de Rosas y sus seguidores, atribuyendo a estos últimos cualidades brutales y sanguinarias.
En cuanto asumió, ordenó la captura de Santos Pérez y los Reynafé, y tras un juicio que tardó años, fueron condenados a muerte y ejecutados. El juicio le dio a Rosas una autoridad nacional en un ámbito inesperado: su provincia tenía un tribunal penal de autoridad nacional. Esa autoridad no era legal pero era real, y aportó cierta unidad a la administración nacional.
Eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores: expulsó a todos los empleados públicos que no fueran federales "netos", y borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de opositores, incluyendo a los exiliados. A continuación hizo obligatorio el lema de "Federación o muerte", que sería gradualmente reemplazado por "¡Mueran los salvajes unitarios!", para encabezar todos los documentos públicos; e impuso a los empleados públicos y militares el uso del cintillo punzó, que pronto sería usado por todos.
Por oposición, más tarde los unitarios llevarían divisas celestes, lo que tuvo un resultado inesperado: la bandera argentina era, hasta ese momento, de color azul y blanco. Los ejércitos de Rosas la empezaron a usar con un color azul oscuro, casi violeta; para diferenciarse, los unitarios la utilizaron de color celeste y blanco. Dado que - a la larga - triunfaron los unitarios, la bandera nacional tiene hoy un color mucho más suave que el que le había dado Manuel Belgrano.

La revolución "de los Restauradores"

Mientras Rosas estaba en su campamento del río Colorado, los desacuerdos internos del partido federal iban en aumento. Una de las fracciones era ideológicamente liberal, y deseaba la organización constitucional; en sus filas militaban el gobernador Balcarce y sus ministros Enrique Martínez y Félix Olazábal. Sus adversarios, leales a Rosas, los llamaban lomos negros, debido a que el reverso de la lista en la cual se postulaban era de color negro. En el partido de Rosas figuraban estancieros, militares y comerciantes minoristas.
El enfrentamiento se condujo principalmente en la prensa, dividida en dos bandos, que se atacaban escandalosamente; el gobierno decidió procesar a varios periódicos opositores y uno o dos oficialista. Entonces se puso en acción Encarnación Ezcurra, esposa y consejera de Rosas, que reunía diariamente a sus aliados en su casa, y organizaba las manifestaciones y agresiones contra los opositores.
Cuando se anunció el juicio a los periódicos, uno de ellos era llamado "El Restaurador de las Leyes". Encarnación hizo empapelar la ciudad con la noticia de que iba a ser enjuiciado el Restaurador, lo que la gente interpretó como un juicio al jefe del partido federal. Se produjo una gran manifestación, y sus participantes se reunieron en las afueras de la ciudad; en su ayuda vino el general Agustín de Pinedo, que puso a sitio a la ciudad, provocando unos días más tarde la renuncia de Balcarce.
En su lugar fue nombrado nuevamente Viamonte, y en los días siguientes abundaron las agresiones de los partidarios de Rosas, organizados en la Sociedad Popular Restauradora, formada por las clases medias no educadas de la ciudad y parte de los oficiales de origen humilde. Su brazo armado era La Mazorca, un grupo de agitadores que también atacaban las casas de los opositores a Rosas y causaban desmanes. Por el momento, casi no hubo asesinatos.
Unos meses después llegaba Rosas de regreso a Buenos Aires, y Viamonte se vio obligado a renunciar. En su lugar fue electo Rosas, pero no aceptó porque no se le concedían las facultades extraordinarias. No se sentía capaz de gobernar — ni le interesaba hacerlo — bajo las limitaciones de un "estado de derecho". Fue electo gobernador su amigo Manuel Vicente Maza, presidente de la legislatura.

jueves, 13 de mayo de 2010

Campaña al desierto

La llanura pampeana bonaerense había estado sometida al dominio blanco apenas en una franja estrecha junto al Paraná y el Río de la Plata, por lo menos hasta la década de 1810. Desde entonces, la frontera se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente por las actuales ciudades de Balcarce, Tandil y Las Flores.
En cuanto bajó del gobierno, coordinó la campaña con los Mendoza, de San Luis y de Córdoba para hacer una batida general, que además sería acompañada por otra que realizara el general Manuel Bulnes en Chile. La comandancia general le fue ofrecida a Facundo Quiroga, pero éste no participó en ella. Concentró y adiestró la tropa en su estancia de Los Cerrillos, en Monte, y partieron de allí en marzo de 1833.
La columna oeste, al mando de José Félix Aldao, recorrió un territorio que había sido "limpiado" de indios recientemente, por lo que se limitó a llegar al río Colorado. La del centro venció al cacique ranquel Yanquetruz y regresó rápidamente. La que hizo la mayor parte de la campaña fue la del este, al mando del propio Rosas. Éste se estableció a orillas del río Colorado — cerca de la actual localidad de Pedro Luro — y envió cinco columnas hacia el sur y hacia el oeste, que consiguieron derrotar a los caciques más importantes. A continuación firmó tratados de paz con otros, secundarios hasta entonces, que se convirtieron en útiles aliados. Al año siguiente se sumaría el más importante de ellos, Calfucurá.
Durante los primeros años de su segundo gobierno, la política de Rosas para con los indios alternaría tratados de paz y donaciones con campañas de exterminio. Sólo después de la crisis que comenzó en 1839 la cambió por una política de paz permanente.
La campaña también incorporó científicos que reunieron información sobre la zona recorrida, pero las regiones desérticas quedaron en manos de los indios. Se aseguró la tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia, pero los adelantos de la frontera serían mucho menos espectaculares que los de la campaña de Roca en 1879.
Lo más importante que logró Rosas fue poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el eterno agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue totalmente dominado, los Ranqueles, siguieron siendo la pesadilla de estas provincias.
El precio a pagar por la paz fue sostener a las tribus amigas con entregas anuales de ganado, caballos, harina, tejidos y aguardiente. A partir de este momento, las tribus cazadoras dependieron de las entregas de alimentos, y fueron considerados por los bonaerenses como costosos parásitos del erario público, olvidando que — desde el punto de vista de Rosas — los pagos eran un precio a pagar por el uso de territorios que ellos consideraban suyos.
Más tarde, el propio Rosas dirigiría la redacción de una Gramática de la lengua pampa.
En esta campaña se destacaron algunos oficiales que formarían la siguiente generación de militares porteños: Pedro Ramos, Ángel Pacheco, Domingo Sosa, Hilario Lagos, Mariano Maza, Jerónimo Costa, Pedro Castelli y Vicente González (el Carancho del Monte).

jueves, 6 de mayo de 2010

Interregno

A fines de 1832, la legislatura reeligió a Rosas. Se dijo durante muchos años que rechazó su reelección porque no se le concedían las facultades extraordinarias, lo que no es exacto: no se sentía capaz de gobernar -ni quería hacerlo- sin la unanimidad de la opinión pública en su favor. Esperaría que lo llamaran desesperadamente, mientras buscaba la forma de hacerse imprescindible.
En su lugar fue electo Juan Ramón Balcarce, importante militar de la época de la guerra de independencia y jefe de un grupo federal no totalmente rosista. Rosas terminó su gobierno el 18 de diciembre de 1832.